La noche del 26 de diciembre de 1801, una mujer de nombre desconocido fue encontrada muerta en el Pantano de Bermondsey, un lugar poco trascendente de Londres. La víctima era de clase alta y su cuerpo tenía numerosas heridas. La investigación se prolongó durante años sin que se obtuviera ninguna pista útil sobre quien podría haber cometido el asesinato.
El caso fue resuelto finalmente en 1805 cuando un médico forense llamado Thomas Neill Cream descubrió una pista clave. Examinando las heridas en el cuerpo de la víctima, Cream notó que las heridas parecían haber sido causadas por una navaja tóxica conocida como aiguillette, un arma común entre los asesinos en serie de la época.
A partir de ese punto, la investigación se centró en encontrar a cualquiera que poseyera una aiguillette y la investigación condujo al arresto de dos personas: Thomas Wiggins y William Freeman. Ambos hombres fueron acusados de asesinato y finalmente condenados después de una larga y complicada investigación.
El caso del Pantano de Bermondsey sigue siendo uno de los casos de asesinatos misteriosos más famosos en la historia de Londres. La investigación pionera en el uso de métodos forenses modernos demostró que era posible resolver casos de asesinato incluso cuando las pruebas directas eran escasas.
